Ha escrito varios best sellers -lamentablemente no traducidos al castellano como el libro que comentamos- como "El rostro de la batalla", "Seis Ejércitos en Normandía", "La Máscara del Comando", "Batalla en el Mar", "La Batalla por la Historia" y dos obras referidas a cada una de las dos guerras mundiales.
Combina la experiencia académica -es profesor de historia en la Academia Militar de Sandhurst- y en la Universidad de Princeton, pero también ejerce el periodismo, siendo editor de Defensa del Daily Telegraph, lo que facilita una prosa ágil y entretenida.
Reconociendo que su contacto con los servicios de inteligencia ha sido en función periodística y que nunca los ha integrado ni trabajado sistemáticamente con ellos, se plantea una pregunta central: ¿Cuán importante es la inteligencia en la guerra?.
Para responder al interrogante, comienza por describir las etapas del ciclo del proceso de la inteligencia: adquisición, envío al usuario, aceptación por él, interpretación y la adopción de las decisiones a partir de la misma.
Señala también que la inteligencia debe responder en tiempo real a cuatro preguntas básicas: qué, cómo, dónde y cuándo.
Menciona que el Duque de Marlborough, el gran guerrero británico que fuera ancestro de Winston Churchill, ya decía en el siglo XVII "que no es posible conducir exitosamente la guerra sin tener cerca buena inteligencia".
Pero la tesis central de Keegan, es que contar con ella, es sólo una condición necesaria, pero no suficiente, para ganar la guerra, donde factores como la voluntad, el espíritu de lucha y el adiestramiento, terminan resultando decisivos para la victoria.
Con este modelo de análisis, comienza por tratar el rol de la inteligencia militar en las guerras napoleónicas, utilizando como caso los errores del Almirante Nelson, cuando no logró destruir a la flota que transportaba la expedición de Napoleón a Egipto. Es la época en la cual la inteligencia era muy precaria, sin un sistema orgánico, con muchas dificultades para las comunicaciones y la apreciación la realizaba sólo el comandante.
Sigue después dando un ejemplo de cómo el conocimiento del terreno puede ser un factor decisivo para el conocimiento de inteligencia, citando para ello el éxito que en 1862 obtiene el General confederado Thomas "Stonewall" Jackson contra las fuerzas de la Unión, en la campaña del Valle Shenandoah, por tener la ventaja de conocer el terreno más que su enemigo.
Luego continúa con los errores cometidos por la inteligencia militar de los dos bandos en el período inicial de la Primera Guerra Mundial que va de agosto a diciembre de 1914.
De la Segunda Guerra, toma el caso de la operación aerotransportada alemana en la isla de Creta, que si bien era conocida por los británicos ello no resultó útil para la eficacia militar, aunque el conocer las claves alemanas podía permitir prever los acontecimientos.
Sigue después con la batalla aeronaval de Midway, donde los americanos obtienen una victoria decisiva sobre los japoneses, quienes cometen errores de apreciación de inteligencia que inciden decisivamente en la derrota.
De la Segunda Guerra Mundial toma otro caso, referido a la llamada "Batalla del Atlántico", librada entre los submarinos alemanes y los convoyes de abastecimiento aliados, en la cual la inteligencia fue sólo un factor entre otros.
La importancia de las fuentes "humanas" para obtener la información, es motivo de un interesante capitulo referido a los esfuerzos que realizaron los dos contendientes de la Segunda Guerra mundial para conocer los proyectos de la otra parte.
La inteligencia en la guerra después de la Segunda Guerra Mundial, donde se analizan varios casos, incluida la guerra de Malvinas, en la cual reconoce el apoyo que las fuerzas británicas recibieron de la inteligencia chilena, destacando la importancia que tuvieron para el éxito británico, las operaciones de las fuerzas especiales de este país.
Pero termina diciendo, que el factor clave es la voluntad de quebrar al enemigo, diciendo que esto ha sido decisivo ya sea en la batalla naval del Nilo, las Malvinas, en Midway o en la del Atlántico.
Destaca que la inteligencia operacional y el espionaje son actividades diferentes que no deben confundirse y destaca la gran aptitud que siempre tuvieron los británicos para utilizar los medios locales, tanto para obtener inteligencia como para contar con combatientes de otras nacionalidades.
Finalmente, destaca ante la nueva amenaza del terrorismo internacional, la necesidad de contar con buenas fuentes humanas de información dentro de las filas enemigas resulta vital, como sucedía en la época de las cruzadas o en las luchas entre musulmanes y mongoles. Pero señala también que, como sucediera entonces, será ahora la voluntad de lucha la que definirá quién triunfará finalmente.